Algunos capítulos

                                                                Dedicatoria

                "A todos aquellos que buscan sin encontrar y se esfuerzan sin conseguir.
                 Y lo siguen haciendo sin desfallecer y sin reproches; ni al Destino ni a sus semejantes"

                                                                                                     El autor

01 Introducción

                                                Enfadarse está al alcance de cualquiera. Pero…
                                                    Enfadarse por el motivo adecuado…
                                                    En el momento oportuno…
                                                    Con la persona indicada…
                                                    Y en la medida justa, eso…
                                                    Eso, no está al alcance de cualquiera.

                                                                                                              Aristóteles

                                                                   00.01 Preámbulo

Este Manifiesto surge como respuesta a la llamada de participación ciudadana contenida en el libro ¡Indignaos!, escrito por Estéphane Hessel. Y como contrapunto a las propuestas y actitudes emanadas de las acampadas convocadas por el resultante movimiento 15-M, desde donde también se invita a la aportación de todos.

En contraposición a los contenidos del alegato del señor Hessel, a la literatura y el debate mediático que generan los mismos, y a las reivindicaciones que presentan los Indignados por el estado de cosas que se denuncian, sin descartar las razones que se alegan ni eludir los asuntos, este Manifiesto se interesa principalmente por el sujeto central del problema que se plantea y la regeneración que se reclama: el ser humano, y el enfoque y orientación satisfactoria de su problemática existencial; sin resolver todavía después de millones de años de evolución como especie, y de unos miles de historia ya como humanos civilizados y socializados.

Es cierto que la sociedad presenta un resultado de distorsión, conflicto y caos como agrupación-sistema, y que quienes lideran tienen la responsabilidad y el compromiso de procurar fórmulas para alcanzar la armonía como conjunto, así como de velar por el correcto funcionamiento del Sistema, del gasto y empleo adecuado del dinero público, y de la aplicación efectiva de las leyes y de la justicia; pero no es menos cierto que cada individuo tiene que aportar igualmente responsabilidad y compromiso a la finalidad común, en la medida de que la armonía total reclamada, no puede ser sino que la suma de las armonías individuales. De este enfoque es de lo que trata principalmente este Manifiesto, y sobre lo que pretende aportar este ciudadano que, a través de él, aboga y clama por reemplazar la Indignación, siempre reactiva, a favor de la Esperanza activa, que no la pasiva de esperar que el problema nos lo solucionen “desde fuera” de nuestro propio ámbito personal: que el cambio que pedimos sea el del Sistema, sin contemplar que ese cambio tiene necesariamente que empezar por… ¡nosotros mismos!

Me resulta preciso dejar claro que esta aportación se ofrece desde la condición de un ciudadano común, que pertenece a lo que identificamos como “la gente corriente” y que por tanto no tiene, en ninguna de sus propuestas, en absoluto ninguna pretensión didáctica, ni de enseñanza, ni de doctrina. Si en algún momento se lo parece al lector, sepa que se debe a mi falta de destreza para escribir, que no a la intención del escritor, ni al propósito de lo que escribe.





00.02 Lo que no contempla la Indignación

“Es hora de reconocer que la ambición y el individualismo son rasgos inherentes a la condición humana. Esos impulsos pueden ser un motor del progreso, o devolver al colectivo humano a un estado de barbarie. Pero no es posible suprimirlos sin convertir a los ciudadanos en un conjunto de seres robotizados y apáticos. Me parece fundamental que los intelectuales de izquierdas se comprometan con los pobres de carne y hueso, y no sólo con las abstracciones de los libros”

                                                              José Mujica

Agricultor; ex jefe guerrillero tupamaro y ex presidiario por ello; ex ministro; ex senador; presidente electo de Uruguay en 2009.

          (Fragmento de la entrevista publicada en el diario español “El Mundo” el 19-7-2008)


“Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a si mismo”

                                                             León Tolstoi


“Haz en ti el cambio que pides a la sociedad”

                                                             Mahatma Gandhi

Ofrezco estas declaraciones de personajes realmente ilustres, como referencias de lucidez que respaldan lo que intentaré plantear en este Manifiesto, en la medida de que considero que efectivamente ilustran sobre los aspectos que, desde el modesto punto de vista de este manifestador, no incluyen los personajes ilustres que en estos últimos tiempos convocan a la población, a la gente corriente o “de a pie” de la sociedad, a los “pobres de carne y hueso” de José Mujica, les convocan digo a la indignación y a la reacción frente a los abusos de empresarios, banqueros y financieros, y a la corrupción de instituciones y políticos: por los comportamientos indeseables de las élites, y en general de un sistema que favorece a quienes más tienen, en detrimento e incluso desprecio por los más desfavorecidos.

Sin negar la justificación de esos alegatos y las denuncias correspondientes, la ausencia en la exposición de “sus razones” de determinados factores y consideraciones, induce a situar el debate en la superficie del problema, en sus efectos, impidiendo penetrar en las verdaderas causas del mismo, en sus raíces, y en consecuencia dificultan la posibilidad real de solucionarlo.

Intentar aflorar, para exponer a la luz esas raíces del problema, de llamar la atención sobre esos factores y consideraciones que faltan, para convocar a un enfoque más amplio y profundo sobre las causas del problema que se denuncia, es la finalidad de este Manifiesto; desde la humildad de un simple ciudadano, que se manifiesta también, pero que desde su DesIndignación invita a contemplar el problema desde otros ángulos, otra perspectiva y, sobre todo, otra actitud.


                      ¿Qué falta, qué no consideran quienes convocan a la indignación?

-Que el individualismo y la ambición que reinan en el sistema, a los que se adjudica la responsabilidad del problema, tal como reconoce José Mujica en sus declaraciones, son rasgos inherentes a la condición humana y que resultan ser los “motores del progreso”.

-Que estos rasgos, y otros del ámbito del egoísmo, no se pueden eliminar sino a costa de mutilar a los seres humanos y convertirlos en individuos robotizados y apáticos.

-Que las demandas, denuncias, llamadas a la indignación y a la reacción, reflexiones y propuestas de cambio que no contemplen la condición de la naturaleza humana, resultan ejercicios de abstracción, por muy ilustres que sean sus autores y mucha autoridad intelectual que se les reconozca u otorgue.

-Que un sistema-sociedad es el producto-resultado de la suma de sus elementos-individuos. Y en consecuencia, el sistema sólo cambiará mediante el cambio individual de quienes lo componen: del suficiente número de cambios individuales.

-Que es una tendencia perversa, por errónea y recurrente, reclamar que la culpa de lo que nos pasa es siempre de factores o agentes ajenos a nosotros mismos.


Estos son, grosso modo y entre otros, los asuntos sobre los que deseo llamar la atención del lector. Con el propósito de suscitar un debate, individual y colectivo, que amplíe el restringido análisis que llevamos haciendo de nuestra problemática existencial durante siglos; tantos como los transcurridos desde que en el homínido surgió la conciencia de si mismo, y fue por ello expulsado del Paraíso en el que su inconsciencia le mantenía.



01.02  ¿Indignación o Esperanza?: el fundamento de este Manifiesto
 
La Esperanza activa, como alternativa a la Indignación reactiva.

 No sólo el señor Hessel llama a la insurrección, pacifica en su caso (eufemismo: cualquier forma de insurrección implica ya un cierto grado de agresividad-violencia), para cambiar la sociedad y el sistema: también otros ilustres ciudadanos ejercen este apostolado y claman por ese cambio.

Pero todos hablan de comportamientos indeseados e indeseables: critican el egoísmo, la codicia, la ambición, el individualismo…, denuncian todo ello como las causas del problema, e invitan desde la indignación a esa insurrección y a la reacción (tengo sobre la mesa otro alegato instando a la reacción, Reacciona, editado por Aguilar y escrito entre otros ilustres por Federico Mayor Zaragoza, Baltasar Garzón, José Luis Sampedro…, y prologado por el mismo Hessel), pero no hacen mención ni referencia a las raíces de donde brotan las causas que originan y explican esos comportamientos. Y mucho menos y en consecuencia, ofrecen soluciones salvo la protesta indignada, y la petición de que las élites se comporten… de otra manera.

Y para este ciudadano, tanto la indignación como la reacción que conlleva y a la que también se induce, asocia inevitablemente los sentimientos de pugna, confrontación, ira, resentimiento, frustración… ¡negatividad!, todos ellos inadecuados para procurar el hermanamiento solidario y pacífico al que por otra parte, y paradójicamente, se invita como objetivo de la sociedad.

La esperanza por la que clamo yo, por el contrario induce a la acción;  y asocia los sentimientos de propósito, confianza, ilusión, rumbo, horizonte, creatividad, autocrítica… ¡positividad!, que es lo que puede conducir a ese hermanamiento buscado.

En el mismo tramo de su alegato de llamada a la indignación, el señor Hessel hace mención igualmente a la esperanza. Pero la esperanza reducida por él, siempre en mi opinión, a una expectativa de cambio de la sociedad, que no del individuo. Y para mí la esperanza queda totalmente devaluada si la reducimos a esa condición de “expectativa”: la esperanza lo es tal, en la verdadera condición transformadora del ser humano, individualmente y como sociedad-sistema, cuando trasciende la expectativa y alcanza la categoría de “estado de conciencia”. Para dejar de ser una actitud pasiva, de espera que “algo pase”, que algo se transforme, por medio de acontecimientos ajenos a mi mismo, para resultar un estado propio y de personal iniciativa de acción transformadora de ese “mi mismo”: esa es la esperanza activa que propongo como alternativa a la indignación reactiva.



02.03    La revolución pendiente: la felicidad como finalidad


Todas las revoluciones registradas a lo largo de la historia, no han desembocado en conseguir una humanidad realmente feliz. Y no lo han hecho por ese error reiterativo que denuncio yo y que consiste en pretender “cambiar el sistema”, sin tener en cuenta que el sistema es “una función” de sus elementos: el producto de la suma de todos ellos.

El ser humano, como tal, se ha comportado desde siempre y “naturalmente” de forma egoísta, codiciosa y acumulativa. Las élites no son más que individuos, seres igualmente humanos, más dotados en algún aspecto, que han utilizado su mayor fuerza o habilidad para conseguir privilegios. Como lo hacen los machos o hembras dominantes en la manada. ¿De qué nos extrañamos? Seguimos todos, cada cual en su nivel, parcela o circunstancia, utilizando la fuerza o la astucia para conseguir, conquistar, dominar…, obtener ventajas y satisfacer en definitiva nuestros deseos e intereses egoístas para sobrevivir en las mejores condiciones posibles.

El líder, emprendedor por codicioso generalmente (siempre hay excepciones), ha jugado, y sigue jugando, un papel nuclear por esencial en el progreso de la especie y de los subsiguientes grupos-sociedades formados: son los emprendedores desde sus motivaciones fundamentalmente impulsadas por la satisfacción de sus distintas necesidades egoístas, quienes generan las iniciativas de innovación y los correspondientes puestos de trabajo que reclamamos como “derecho”.

            Desde el mérito, el esfuerzo y el riesgo de sus iniciativas, el emprendedor reclama compensaciones: ¡privilegios! Actitud que presenta por ejemplo cualquiera (salvo las excepciones) de los “machos” trabajadores (que “echan pestes” sobre los privilegiados) frente a “la parienta” y los hijos, por el hecho de que es él quien “curra”, trae el dinero a casa, y sostiene a la familia. “Vemos la paja en el ojo ajeno, pero….”

Y al igual que en las manadas de los todavía animales (sólo hace unos pocos miles de años hemos dejado de serlo nosotros), nos hemos rebelado siempre no por eliminar, sino por… participar de los privilegios de la élite, disimulando nuestra impotencia y frustración de “gregarios”, tras los estandartes enarbolados de la solidaridad y los códigos de ética y moralidad: han sido siempre y en el fondo, revoluciones egoístas.

            Y tenemos pendiente la verdadera revolución por… ¡la felicidad! Si queremos ser felices y conseguir una sociedad feliz, la revolución debemos hacerla no para cambiar la sociedad, sino para cambiar… ¡nosotros!, los individuos que componemos la sociedad. Esa revolución es la única forma de ser felices y “realmente libres” sin esperar a cambiar la sociedad. ¡Esa es la revolución pendiente!


06.03  Cambiar sin mutilar

Por no repetir, sugiero volver a repasar la reflexión del en estas fechas presidente de Uruguay, José Mujica, ofrecidas en las primeras páginas de este Manifiesto, respecto a lo que llevamos defendiendo a lo largo de todo él, en cuanto a que nuestro aspecto egoísta y lo que de él se deriva, son rasgos naturales de la condición humana, motores de progreso, y que no se pueden mutilar sino es a costa de convertirnos en seres robotizados y apáticos, algo que plasmó con maestría Stanley Kubrick en su “Naranja mecánica”.

Por ello deberemos aplicarnos a encontrar y proponer soluciones concretas, sensatas y universalmente aplicables, para facilitarnos a todos el necesario cambio individual para que el sistema cambie, tal como exige la Indignación-Reacción y sus distintos ilustres promotores. Yo sostengo, y denuncio, que ninguno de ellos ofrece propuestas que cumplan esos requisitos imprescindibles de concreción, sensatez y… universalidad (asequibles y accesibles para… ¡todos!: desde las élites a los marginados).

¿Cómo podemos cambiar sin mutilar?

En primer lugar sugiere que no se puede, la humanidad como tal no puede, mutilarse, “podar” sus ramas correspondientes a la fuerza negativa de “su” naturaleza, de la misma manera que no podemos hoy aceptar cortar la mano con la que el ladrón ha robado. Pero sí podemos reorientar, para equilibrar, “el peso” que esas ramas ejercen en el desarrollo de nuestro árbol-cuerpo-sociedad, en aras de alcanzar la armonía (homeostasis) del conjunto. Desarrollo  entendido como “trayecto evolutivo”, con el que inevitablemente tenemos que comprometernos como tal  “programa cósmico”, si es que hemos aclarado previamente el carácter de nuestro vínculo con ese cosmos (Sistema de Creencias).

Para ello tenemos que acometer un proceso de cambio-transformación que nos capacite para utilizar las fuerzas adscritas a nuestro polo negativo, como motor de progreso hacia la armonía y la plenitud: hacia una convivencia solidaria de todos los elementos-individuos-estamentos-células-órganos del metabolismo-sistema-sociedad-humanidad.    

Y es en este punto donde toma importancia la petición de José Mujica a los intelectuales (y yo sugiero… ¿sólo de izquierdas?) para abandonar las abstracciones de los libros (llamadas a la indignación y a la reacción por ejemplo) y comprometerse de forma práctica por efectiva, confeccionando y facilitando modelos y protocolos de cambio individual. Y tampoco sólo con los pobres de carne y hueso, sino con toda la “gente corriente”, e incluso con las élites, victimas todos de nuestra ignorancia sobre todos los temas y asuntos que yo incluyo en ese “conocimiento esencial” imprescindible para poder “comprender” y gobernarnos con sabiduría.







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