"A todos aquellos que buscan sin encontrar y se esfuerzan sin conseguir.
Y lo siguen haciendo sin desfallecer y sin reproches; ni al Destino ni a sus semejantes"
El autor
01 Introducción
Enfadarse está al alcance de cualquiera. Pero…
Enfadarse por el motivo adecuado…En el momento oportuno…
Con la persona indicada…
Y en la medida justa, eso…
Eso, no está al alcance de cualquiera.
00.01 Preámbulo
En contraposición a los contenidos del alegato del señor Hessel, a la literatura y el debate mediático que generan los mismos, y a las reivindicaciones que presentan los Indignados por el estado de cosas que se denuncian, sin descartar las razones que se alegan ni eludir los asuntos, este Manifiesto se interesa principalmente por el sujeto central del problema que se plantea y la regeneración que se reclama: el ser humano, y el enfoque y orientación satisfactoria de su problemática existencial; sin resolver todavía después de millones de años de evolución como especie, y de unos miles de historia ya como humanos civilizados y socializados.
Es cierto que la sociedad presenta un resultado de distorsión, conflicto y caos como agrupación-sistema, y que quienes lideran tienen la responsabilidad y el compromiso de procurar fórmulas para alcanzar la armonía como conjunto, así como de velar por el correcto funcionamiento del Sistema, del gasto y empleo adecuado del dinero público, y de la aplicación efectiva de las leyes y de la justicia; pero no es menos cierto que cada individuo tiene que aportar igualmente responsabilidad y compromiso a la finalidad común, en la medida de que la armonía total reclamada, no puede ser sino que la suma de las armonías individuales. De este enfoque es de lo que trata principalmente este Manifiesto, y sobre lo que pretende aportar este ciudadano que, a través de él, aboga y clama por reemplazar la Indignación, siempre reactiva, a favor de la Esperanza activa, que no la pasiva de esperar que el problema nos lo solucionen “desde fuera” de nuestro propio ámbito personal: que el cambio que pedimos sea el del Sistema, sin contemplar que ese cambio tiene necesariamente que empezar por… ¡nosotros mismos!
Me resulta preciso dejar claro que esta aportación se ofrece desde la condición de un ciudadano común, que pertenece a lo que identificamos como “la gente corriente” y que por tanto no tiene, en ninguna de sus propuestas, en absoluto ninguna pretensión didáctica, ni de enseñanza, ni de doctrina. Si en algún momento se lo parece al lector, sepa que se debe a mi falta de destreza para escribir, que no a la intención del escritor, ni al propósito de lo que escribe.
00.02 Lo que no contempla la Indignación
Agricultor; ex jefe guerrillero tupamaro y ex presidiario por ello; ex ministro; ex senador; presidente electo de Uruguay en 2009.
(Fragmento de la entrevista publicada en el diario español “El Mundo” el 19-7-2008)
“Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a si mismo”
León Tolstoi
“Haz en ti el cambio que pides a la sociedad”
Mahatma Gandhi
Ofrezco estas declaraciones de personajes realmente ilustres, como referencias de lucidez que respaldan lo que intentaré plantear en este Manifiesto, en la medida de que considero que efectivamente ilustran sobre los aspectos que, desde el modesto punto de vista de este manifestador, no incluyen los personajes ilustres que en estos últimos tiempos convocan a la población, a la gente corriente o “de a pie” de la sociedad, a los “pobres de carne y hueso” de José Mujica, les convocan digo a la indignación y a la reacción frente a los abusos de empresarios, banqueros y financieros, y a la corrupción de instituciones y políticos: por los comportamientos indeseables de las élites, y en general de un sistema que favorece a quienes más tienen, en detrimento e incluso desprecio por los más desfavorecidos.
Sin negar la justificación de esos alegatos y las denuncias correspondientes, la ausencia en la exposición de “sus razones” de determinados factores y consideraciones, induce a situar el debate en la superficie del problema, en sus efectos, impidiendo penetrar en las verdaderas causas del mismo, en sus raíces, y en consecuencia dificultan la posibilidad real de solucionarlo.
Intentar aflorar, para exponer a la luz esas raíces del problema, de llamar la atención sobre esos factores y consideraciones que faltan, para convocar a un enfoque más amplio y profundo sobre las causas del problema que se denuncia, es la finalidad de este Manifiesto; desde la humildad de un simple ciudadano, que se manifiesta también, pero que desde su DesIndignación invita a contemplar el problema desde otros ángulos, otra perspectiva y, sobre todo, otra actitud.
¿Qué falta, qué no consideran quienes convocan a la indignación?
-Que el individualismo y la ambición que reinan en el sistema, a los que se adjudica la responsabilidad del problema, tal como reconoce José Mujica en sus declaraciones, son rasgos inherentes a la condición humana y que resultan ser los “motores del progreso”.
-Que estos rasgos, y otros del ámbito del egoísmo, no se pueden eliminar sino a costa de mutilar a los seres humanos y convertirlos en individuos robotizados y apáticos.
-Que las demandas, denuncias, llamadas a la indignación y a la reacción, reflexiones y propuestas de cambio que no contemplen la condición de la naturaleza humana, resultan ejercicios de abstracción, por muy ilustres que sean sus autores y mucha autoridad intelectual que se les reconozca u otorgue.
-Que un sistema-sociedad es el producto-resultado de la suma de sus elementos-individuos. Y en consecuencia, el sistema sólo cambiará mediante el cambio individual de quienes lo componen: del suficiente número de cambios individuales.
-Que es una tendencia perversa, por errónea y recurrente, reclamar que la culpa de lo que nos pasa es siempre de factores o agentes ajenos a nosotros mismos.
Estos son, grosso modo y entre otros, los asuntos sobre los que deseo llamar la atención del lector. Con el propósito de suscitar un debate, individual y colectivo, que amplíe el restringido análisis que llevamos haciendo de nuestra problemática existencial durante siglos; tantos como los transcurridos desde que en el homínido surgió la conciencia de si mismo, y fue por ello expulsado del Paraíso en el que su inconsciencia le mantenía.
01.02 ¿Indignación
o Esperanza?: el fundamento de este Manifiesto
Pero todos hablan de comportamientos indeseados e indeseables: critican el egoísmo, la
codicia, la ambición, el individualismo…, denuncian todo ello como las causas del problema, e invitan desde la
indignación a esa insurrección y a la reacción (tengo sobre la mesa otro alegato
instando a la reacción, Reacciona,
editado por Aguilar y escrito entre otros ilustres por Federico Mayor Zaragoza,
Baltasar Garzón, José Luis Sampedro…, y prologado por el mismo Hessel), pero no
hacen mención ni referencia a las raíces
de donde brotan las causas que originan y explican esos comportamientos. Y
mucho menos y en consecuencia, ofrecen soluciones salvo la protesta indignada,
y la petición de que las élites se comporten… de otra manera.
Y para este ciudadano, tanto la indignación como
la reacción que conlleva y a la que también se induce, asocia inevitablemente
los sentimientos de pugna, confrontación, ira, resentimiento, frustración… ¡negatividad!, todos ellos inadecuados
para procurar el hermanamiento solidario y pacífico al que por otra parte, y
paradójicamente, se invita como objetivo de la sociedad.
La esperanza por la que clamo yo, por el contrario
induce a la acción; y asocia los sentimientos
de propósito, confianza, ilusión, rumbo, horizonte, creatividad, autocrítica… ¡positividad!, que es lo que puede
conducir a ese hermanamiento buscado.
En el mismo tramo de su alegato de llamada a la
indignación, el señor Hessel hace mención igualmente a la esperanza. Pero la
esperanza reducida por él, siempre en mi opinión, a una expectativa de cambio
de la sociedad, que no del individuo. Y para mí la esperanza queda totalmente
devaluada si la reducimos a esa condición de “expectativa”: la esperanza lo es
tal, en la verdadera condición transformadora del ser humano, individualmente y
como sociedad-sistema, cuando trasciende la expectativa y alcanza la categoría
de “estado de conciencia”. Para dejar de ser una actitud pasiva, de espera que
“algo pase”, que algo se transforme, por medio de acontecimientos ajenos a mi
mismo, para resultar un estado propio y de personal iniciativa de acción
transformadora de ese “mi mismo”: esa es la esperanza activa que propongo como
alternativa a la indignación reactiva.
02.03 La revolución pendiente: la felicidad como
finalidad
Todas las revoluciones registradas a lo largo de la historia, no han desembocado en conseguir una humanidad realmente feliz. Y no lo han hecho por ese error reiterativo que denuncio yo y que consiste en pretender “cambiar el sistema”, sin tener en cuenta que el sistema es “una función” de sus elementos: el producto de la suma de todos ellos.
El ser humano, como tal, se ha comportado desde
siempre y “naturalmente” de forma egoísta, codiciosa y acumulativa. Las élites
no son más que individuos, seres igualmente humanos, más dotados en algún
aspecto, que han utilizado su mayor fuerza o habilidad para conseguir
privilegios. Como lo hacen los machos o hembras dominantes en la manada. ¿De
qué nos extrañamos? Seguimos todos, cada cual en su nivel, parcela o
circunstancia, utilizando la fuerza o la astucia para conseguir, conquistar,
dominar…, obtener ventajas y satisfacer en definitiva nuestros deseos e
intereses egoístas para sobrevivir en las mejores condiciones posibles.
El líder, emprendedor por codicioso generalmente
(siempre hay excepciones), ha jugado, y sigue jugando, un papel nuclear por
esencial en el progreso de la especie y de los subsiguientes grupos-sociedades
formados: son los emprendedores desde sus motivaciones fundamentalmente
impulsadas por la satisfacción de sus distintas necesidades egoístas, quienes
generan las iniciativas de innovación y los correspondientes puestos de trabajo
que reclamamos como “derecho”.
Desde
el mérito, el esfuerzo y el riesgo de sus iniciativas, el emprendedor reclama
compensaciones: ¡privilegios! Actitud que presenta por ejemplo cualquiera
(salvo las excepciones) de los “machos” trabajadores (que “echan pestes” sobre
los privilegiados) frente a “la parienta” y los hijos, por el hecho de que es
él quien “curra”, trae el dinero a casa, y sostiene a la familia. “Vemos la
paja en el ojo ajeno, pero….”
Y al igual que en las manadas de los todavía
animales (sólo hace unos pocos miles de años hemos dejado de serlo nosotros),
nos hemos rebelado siempre no por eliminar, sino por… participar de los privilegios de la élite, disimulando nuestra
impotencia y frustración de “gregarios”, tras los estandartes enarbolados de la
solidaridad y los códigos de ética y moralidad: han sido siempre y en el fondo,
revoluciones egoístas.
Y
tenemos pendiente la verdadera revolución por… ¡la felicidad! Si queremos ser
felices y conseguir una sociedad feliz, la revolución debemos hacerla no para
cambiar la sociedad, sino para cambiar… ¡nosotros!, los individuos que
componemos la sociedad. Esa revolución es la única forma de ser felices y
“realmente libres” sin esperar a cambiar la sociedad. ¡Esa es la revolución
pendiente!
06.03 Cambiar
sin mutilar
Por
no repetir, sugiero volver a repasar la reflexión del en estas fechas
presidente de Uruguay, José Mujica, ofrecidas en las primeras páginas de este Manifiesto,
respecto a lo que llevamos defendiendo a lo largo de todo él, en cuanto a que
nuestro aspecto egoísta y lo que de él se deriva, son rasgos naturales de la
condición humana, motores de progreso, y que no se pueden mutilar sino es a
costa de convertirnos en seres robotizados y apáticos, algo que plasmó con
maestría Stanley Kubrick en su “Naranja mecánica”.
Por ello deberemos aplicarnos a encontrar y
proponer soluciones concretas, sensatas y universalmente aplicables, para
facilitarnos a todos el necesario cambio individual para que el sistema cambie,
tal como exige la Indignación-Reacción y sus distintos ilustres promotores. Yo
sostengo, y denuncio, que ninguno de ellos ofrece propuestas que cumplan esos
requisitos imprescindibles de concreción, sensatez y… universalidad (asequibles y accesibles para… ¡todos!: desde las élites
a los marginados).
¿Cómo podemos cambiar sin mutilar?
En
primer lugar sugiere que no se puede, la humanidad como tal no puede,
mutilarse, “podar” sus ramas correspondientes a la fuerza negativa de “su”
naturaleza, de la misma manera que no podemos hoy aceptar cortar la mano con la
que el ladrón ha robado. Pero sí podemos reorientar, para equilibrar, “el peso”
que esas ramas ejercen en el desarrollo de nuestro árbol-cuerpo-sociedad, en
aras de alcanzar la armonía (homeostasis) del conjunto. Desarrollo entendido como “trayecto evolutivo”, con el
que inevitablemente tenemos que comprometernos como tal “programa cósmico”, si es que hemos aclarado
previamente el carácter de nuestro vínculo con ese cosmos (Sistema de Creencias).
Para ello tenemos que acometer un proceso de
cambio-transformación que nos capacite para utilizar las fuerzas adscritas a
nuestro polo negativo, como motor de progreso hacia la armonía y la plenitud:
hacia una convivencia solidaria de todos los
elementos-individuos-estamentos-células-órganos del metabolismo-sistema-sociedad-humanidad.
Y es en este punto donde toma importancia la
petición de José Mujica a los intelectuales (y yo sugiero… ¿sólo de
izquierdas?) para abandonar las abstracciones de los libros (llamadas a la
indignación y a la reacción por ejemplo) y comprometerse de forma práctica por
efectiva, confeccionando y facilitando modelos y protocolos de cambio
individual. Y tampoco sólo con los pobres de carne y hueso, sino con toda la
“gente corriente”, e incluso con las élites, victimas todos de nuestra ignorancia
sobre todos los temas y asuntos que yo incluyo en ese “conocimiento esencial”
imprescindible para poder “comprender” y gobernarnos con sabiduría.
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