07.12 Como
conclusión
¡Alumbremos el hombre nuevo!: hacia una mentalidad sistémica
Contemplarnos como un metabolismo, desplegar una visión sistémica y holística del sistema-sociedad, implica otorgar el mismo valor a cualquier ser humano, independientemente de su función, situación y condición social, de su raza, país o religión. Es considerar que todos merecemos el mismo cuidado y atenciones. Por lo que no podemos sino que plantearnos, desde la individualidad pero como conjunto-sistema-sociedad, el compromiso de que ninguna de nuestras células-individuos carezca de aquello que es necesario para vivir con… ¡dignidad!
Y no sólo desde el punto de vista de los recursos
materiales, sino para dotarle también del Conocimiento Esencial para que pueda
no sólo “contemplar-se” y “comprender-se” como una célula más del
sistema-metabolismo-sociedad, sino para que pueda “sentir-se” como tal. Y poder en consecuencia
aceptar así participar, desde su particular situación y de forma voluntaria por
tanto, en el mejor desarrollo, evolución y armonía del conjunto. Desde la
conciencia de que el conjunto está también comprometido en ello con respecto a
él/ella.
El modificar nuestro actual modelo de
vida-existencia, cambiar la mirada restringida que no contempla otro horizonte
más alejado de nuestro propio ombligo,
para expandir nuestra conciencia hacia un horizonte en el que la conciencia del
valor propio, la autoestima, la busquemos en lo que hagamos por el conjunto en
lugar de lo que consigamos para nosotros, es el único camino posible hacia esa
regeneración que se pide, sin saber muy bien como podemos abordarla… “todos”.
Este cambio de mentalidad se requiere no sólo a
nivel individual, sino como humanidad-colectivo. Que las naciones, sus fuerzas
dirigentes, entablen y promuevan un dialogo con y entre sus habitantes para
convenir que “tenemos” que modificar nuestras actuales referencias de éxito y
felicidad individual; para seguir buscando, sin merma de entusiasmo y esfuerzo,
la armonía-homeostasis del conjunto.
En eso debemos basar nuestras motivaciones de vida
y existencia, si queremos efectivamente regenerar la sociedad y el sistema. Sólo
desde la regeneración y el cambio individual, de la suma suficiente de cambios
y regeneraciones individuales, cambiará y se regenerará la sociedad. ¿Quién
empieza el primero?
¡DesIndignémonos: activemos realmente la
esperanza!
–¡Despertémonos! (1er peldaño del proceso de cambio). Pongámonos frente al espejo para reconocernos, para “tomar conciencia” de nuestro naufragio existencial. Para conocer (2º peldaño) y reflexionar sobre las causas, más allá de sus efectos. Para comprendernos (3er peldaño) y poder aceptarnos (4º peldaño). Para así poder perdonarnos (5º peldaño) y perdonar a todo y a todos los que han contribuido desde la inconsciencia a la acumulación de lastres: para poder así soltar (6º peldaño) esos lastres. Y para poder por fin integrar (7º peldaño) todas las fuerzas que actúan en nosotros: las fuerzas que posibilitan que el Universo “sea” y que “seamos” nosotros, para orientarlas todas en la dirección-rumbo hacia la única felicidad posible: la de ser real y efectivamente auténticos, en un uno integrado y solidario-cooperativo con la cadena de cuerpos-sistemas a la que irremediablemente estamos vinculados. Emancipados de la fragmentación unívoca de nuestros ignorados atavismos y la programación sobrevenida.
–Abandonemos
la ira reactiva y abracemos la esperanza activa. Identifiquemos defectos e
imperfecciones, y tracemos ese plan para cambiar: cuando os encontréis
perfectos, exigir la perfección en los otros. Trabajemos todos en el proyecto
de cambio. Poniendo cada uno lo mejor de si mismo. En esa dirección y sólo en
esa, cambiaremos el sistema-sociedad.
–Hagamos efectivamente, desde nuestra voluntad y empeño de cambio individual, y más allá de la demagogia y la retórica, del simple ejercicio teórico y utópico, “realidad” la construcción de un país ilusionado desde sus principios y hermanado en un proyecto común: esa sociedad nueva y regenerada.
–Distingámonos
por el abandono y superación de unas inercias que nos han conducido como
humanidad, a la situación de indignación que denunciamos para superar el
desequilibrio actual de nuestras fuerzas con prevalencia de las negativas.
–Demostremos
con hechos, y no con lamentos y protestas, que somos capaces de conseguir lo
que buscamos, de merecer lo que reclamamos.
–Superemos
las disputas de un país enzarzado y anclado en reivindicaciones egoístas, para
ofrecer un ejemplo al mundo y a quienes nos dirigen, que no lideran
(lamentablemente), de cómo subvertir-transformar el conflicto de los opuestos
(polaridad-polarización: ricos-pobres, conservadores-progresistas, norte-sur,
regionalistas-españolistas, fuertes-débiles…), en armonía solidaria e
integradora; no pidas que cambie el sistema, ¡cámbialo tú! Desde tu libertad
para elegir, pero también desde tu responsabilidad y compromiso, ¡desde tu
ejemplo!
Y
sobre todo, Indignado, ten en cuenta:
–que
eres el producto de una evolución iniciada hace cientos de millones de años.
–que
los cambios no son instantáneos sino el resultado de un proceso.
–que
un proceso implica una sucesión de momentos y… acciones.
–que
estas acciones marcan la orientación que sigue el proceso. Y sus consecuencias.
–que
la vida no ha surgido en el Universo para que “tú” vivas… “de puta madre”[1]:
no necesariamente.
–y
que la vida, en consecuencia, no te debe nada; nada que tú no… te ganes.
Esta
es mi contribución “como ciudadano”; a la que conmina Hessel, y la que pedís
los acampados desde el movimiento de indignación surgido. Con la esperanza de
que resulte efectivamente… ¡útil! (por activa).
Un ciudadano DesIndignado
Barcelona,
mayo de 2011
[1] Exabrupto
de uso común entre los acampados, con distintos sentidos o acepciones
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